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La Unión Monetaria Europea después de ocho años: ¿Qué hemos aprendido?

Discurso pronunciado por José Manuel González-Páramo, miembro del Comité Ejecutivo del BCE
XXVIII Simposio Internacional de Economía “Economic Policies that Work”
Monterrey, 19 de abril de 2007

I. Introducción

Señoras y señores:

Es para mí un gran honor y una gran satisfacción haber sido invitado a dirigirme a ustedes en este simposio, oportunidad que aprovecharé para compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la experiencia de Unión Monetaria en Europa. Como miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, me siento en particular muy halagado que me hayan invitado a hablar de esta experiencia en un simposio dedicado al tema “Políticas económicas que funcionan”. Me gustaría agradecer, pues, a su organizador, la Sociedad de Alumnos Licenciados en Economía del Tecnológico de Monterrey, su amable invitación.

Como punto de partida valga recordar que la idea de una moneda común no produjo inicialmente un entusiasmo unánime, sino que existió un cierto grado de escepticismo en algunos círculos, en particular, en el mundo académico y en destacados países en la escena internacional. De un lado, no se consideraba que Europa reuniera las condiciones adecuadas, fundamentalmente de homogeneidad e integración entre los países candidatos a formar parte de la unión monetaria, que harían deseable y óptimo el desarrollo de una política monetaria y la introducción de una moneda únicas. De otro lado, se criticaba la ausencia de mecanismos para hacer frente a las perturbaciones asimétricas, dado que la política monetaria estaba definida para el conjunto de la zona del euro, que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento constreñía las políticas fiscales nacionales y que el tamaño del presupuesto de la Unión Europea (UE) era claramente insuficiente e inapropiado para ese propósito.

Ha de reconocerse que, a priori, ambas críticas contenían un grano de verdad. El éxito de la moneda única exigía algo más que la puesta en marcha de una política monetaria creíble y transparente. El Tratado de Maastricht, además de contemplar la creación de la moneda única, contenía una clara lista de estas tareas adicionales; una lista breve pero de alcance considerable. Primera, profundizar en la integración financiera del área. Segunda, asegurar la disciplina y la flexibilidad de las políticas fiscales nacionales. Tercera, garantizar la adaptabilidad requerida por el proceso de ampliación europea y el papel internacional del euro. Y, por último, introducir las reformas estructurales necesarias para aumentar la flexibilidad y el dinamismo de las economías del área del euro.

Transcurridos más de diecisiete años desde el comienzo del proceso de unión monetaria y ocho años desde la adopción del euro, creo que es un buen momento para realizar un repaso de los resultados en todo este frente, con el objetivo no sólo de evaluar si verdaderamente la experiencia de la moneda única europea puede ofrecer enseñanzas de políticas económicas que funcionan, contribuyendo de esta manera al tema de este simposio, sino también con el ánimo de identificar los retos a los que todavía debemos enfrentarnos para hacer máximos los beneficios de la Unión Monetaria Europea.

II. Una política monetaria transparente y creíble

El Tratado de Maastricht asigna al Eurosistema - integrado por el Banco Central Europeo y los bancos centrales de los países miembros - la responsabilidad del mantenimiento de la estabilidad de precios, por lo que cabe preguntarse, en primer lugar, si la política monetaria aplicada desde la introducción del euro ha demostrado ser un instrumento eficaz para lograr este objetivo.

Antes de responder a esta pregunta, permítanme describir qué debemos entender por estabilidad de precios, ya que el Tratado no define este concepto. A este respecto, el Banco Central Europeo, en octubre de 1998, definió la estabilidad de precios como una tasa de inflación para la zona del euro inferior al 2%. En una clarificación de la estrategia de política monetaria hecha pública en mayo de 2003, el Banco Central Europeo anunció que su objetivo consiste en mantener la inflación en un nivel inferior, aunque próximo, al 2% a medio plazo. Es importante subrayar, en este sentido, la importancia central de la orientación de medio plazo. Sin esta orientación, un banco central podría verse abrumado por las últimas noticias económicas, indicadores y perturbaciones y, por tanto, la política monetaria podría desviarse de su cometido fundamental de constituirse en un firme anclaje a medio plazo para la economía. Esta perspectiva a medio plazo representa también un reconocimiento de que la política monetaria no puede controlar la evolución de los precios a corto plazo.

Hechas estas consideraciones, y volviendo la vista a este período, la respuesta a la pregunta de si la política monetaria aplicada ha logrado su objetivo debe ser afirmativa. En ocasiones la tasa de inflación ha sobrepasado el techo del 2%, debido a perturbaciones temporales, como, por ejemplo, la acusada subida de los precios del petróleo registrada en los últimos años. No obstante, en presencia de tales perturbaciones, lo importante es que la estabilidad de precios se mantenga en el medio plazo, es decir, una vez que la perturbación haya desaparecido.

En este contexto, resulta interesante reseñar que las expectativas de inflación a largo plazo (diez años) medidas por la encuesta de Consensus Economics entre economistas nunca han excedido el 2% desde la introducción del euro. Otras medidas de expectativas de inflación a largo plazo como, por ejemplo, las expectativas de mercado estimadas a partir de las tasas de inflación implícitas obtenidas de los bonos nominales convencionales y de los bonos indiciados con la inflación han proporcionado esporádicamente un resultado aparentemente menos favorable. Sin embargo, al analizar estos indicadores debe tenerse en cuenta que el diferencial de rendimiento entre los bonos nominales y los bonos comparables indiciados lleva incorporada una prima de riesgo requerida por los inversores como remuneración por la incertidumbre respecto a la inflación que supone la tenencia de bonos nominales a largo plazo. Teniendo esto en cuenta, podemos concluir que las expectativas de inflación a largo plazo se han mantenido sólidamente ancladas en un nivel acorde con nuestra definición de estabilidad de precios desde la introducción del euro. Este logro no debería subestimarse, teniendo en cuenta que el Banco Central Europeo no contaba con un historial propio de credibilidad cuando comenzó su andadura.

En la evolución de la inflación desde la introducción del euro destaca, no obstante, el diferente comportamiento entre la inflación percibida por los ciudadanos y la inflación realmente observada. El concepto de inflación percibida hace referencia a la medición de los cambios en la tasa de inflación que los consumidores piensan que se han producido. Normalmente existe una gran correlación entre la inflación percibida y la observada, lo cual significa que los consumidores tienen una percepción correcta de los cambios experimentados en su poder de compra. Con la introducción del euro, sin embargo, en algunos países miembros, los patrones de la inflación percibida y observada empezaron a divergir. Aunque este es un elemento que no puede ser menospreciado, dado que, en particular, las decisiones de consumo de los individuos dependen de su renta real percibida, es importante subrayar que este es un fenómeno de carácter temporal, con claras raíces en la psicología de los consumidores, y que desde el 2003 la brecha existente entre la inflación percibida y la actual se ha reducido significativamente, tendencia que debería continuar en el futuro.

Otro aspecto relevante de la evolución de los precios en el área del euro en los últimos años se refiere a la dispersión de las tasas de inflación entre los distintos países miembros. Debe señalarse a este respecto, que una de las críticas iniciales a la Unión Económica y Monetaria se basó en el argumento de que una política monetaria única llevaría a desequilibrios como, por ejemplo, una elevada dispersión en las tasas de inflación, con la resultante pérdida de competitividad y mayor desempleo en ciertas áreas.

Una mirada a la dispersión de las tasas de inflación de los países del área del euro muestra, sin embargo, que el proceso de convergencia realizado con anterioridad a la introducción del euro redujo de manera significativa los diferenciales de inflación entre los países miembros. Desde 1999, la dispersión de las tasas de inflación entre los países del área del euro ha sido similar a la de los Estados Unidos, medida esta última por la desviación estándar de las tasas de inflación en las 14 áreas estadísticas metropolitanas de este país. Este reducido grado de dispersión en inflación y la también reducida dispersión en las tasas de crecimiento de los países del área del euro se ha logrado, además, sin el beneficio de largas décadas de experiencia, como es el caso en los Estados Unidos. No se debe ocultar tampoco el hecho de que al Banco Central Europeo sólo se pueden exigir cuentas de la inflación media del área del euro en el medio plazo, y que los diferenciales de inflación nacionales pueden tener su origen en los efectos normales de un proceso de convergencia real o, de manera menos satisfactoria, ser consecuencia de políticas nacionales inapropiadas. El mantenimiento sistemático de diferenciales positivos de inflación requiere de una estrecha vigilancia, y eventualmente la adopción de medidas, por parte de los gobiernos nacionales.

En su conjunto, sin embargo, la evidencia permite concluir que el período de los últimos ocho años puede calificarse como relativamente exitoso en cuanto a la evolución de la inflación en el área del euro se refiere.

Este éxito ha sido posible en una gran medida gracias a la clara definición del mandato del Banco Central Europeo y a la independencia de la que la institución goza para conseguirlo. Pero como necesario correlato del estatus de independencia que el Tratado de Maastricht otorga al Banco Central Europeo, este debe responder ante los ciudadanos europeos y sus representantes elegidos en las urnas. Esto exige transparencia en todos los ámbitos relevantes para el cumplimiento de sus funciones. La transparencia es, asimismo, esencial para la eficacia y el éxito de la política monetaria del Banco Central Europeo. Ayuda a entender la forma en la que la política monetaria reacciona ante datos e indicadores y, además, contribuye a anclar las expectativas de inflación y a mantener la credibilidad del Banco Central Europeo. La transparencia, pues, tiene una función instrumental, la eficacia de la política monetaria, y una función política, al servicio de la rendición de cuentas.

¿Qué valoración podemos efectuar de este terreno? El anuncio de la estrategia de la política monetaria en octubre de 1998, antes de la adopción del euro, constituyó el primer y más importante paso en la dirección de mantener un elevado grado de transparencia. Por otra parte, la evaluación del Consejo de Gobierno de la situación económica y de los riesgos para la estabilidad de precios se publica periódicamente con la máxima difusión. Las decisiones de política monetaria se explican en la conferencia de prensa que tiene lugar inmediatamente después de la primera reunión de cada mes del Consejo de Gobierno, y se facilita más información en el Boletín Mensual del Banco Central Europeo, en los discursos pronunciados por los miembros del Consejo de Gobierno y en las comparecencias del presidente ante el Parlamento Europeo. Con la celebración de su conferencia de prensa mensual, el Banco Central Europeo ha establecido un nuevo modelo de transparencia y, de hecho, otros bancos centrales están siguiendo sus pasos.

En cuanto a otras decisiones adoptadas por el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, distintas de las reflejadas en cambios en los tipos de interés, hemos introducido hace dos años un nuevo procedimiento, con el objetivo de proporcionar información al público de una manera más fácil e inmediata, que consiste en publicar una comunicación en nuestra página web el día posterior a la segunda reunión de cada mes. El documento publicado se refiere a “Decisiones” lo cual quiere decir que, como regla general, cubre sólo aquellos temas sobre los cuales el Consejo de Gobierno ha concluido sus deliberaciones. Con anterioridad comunicábamos este tipo de información de distintas formas, a través, por ejemplo, de notas de prensa o incluyendo la información como “Otros Asuntos” en la declaración introductoria relativa a la decisión sobre tipos de interés.

Nuestra estrategia de comunicación, que satisface los mejores estándares internacionales, ha sido, sin embargo, criticada en ocasiones por el hecho de no publicar las actas literales de las reuniones del Consejo de Gobierno o los votos individuales de sus miembros. En relación con las actas debo subrayar de nuevo que el Banco Central Europeo presenta y explica sus decisiones de política monetaria a través de una declaración pública en la conferencia de prensa que tiene lugar inmediatamente después de las reuniones del Consejo de Gobierno. Al adoptar este procedimiento en 1999, el Banco Central Europeo contribuyó a mejorar el “estado del arte” a nivel mundial en relación con la transparencia de los bancos centrales y se convirtió en el primer banco central que publicaba un diagnóstico completo para explicar las decisiones de política monetaria inmediatamente después de que estas hubieran sido adoptadas. El Banco Central Europeo es el único banco central que permite y hace posible una interacción inmediata con la prensa. Estas características hacen al Banco Central Europeo unos de los bancos centrales más transparentes del mundo.

En cuanto a los votos individuales, creemos que su publicación podría socavar seriamente el funcionamiento eficiente del Consejo de Gobierno. En el contexto del Eurosistema se podrían generar debates públicos sobre si los gobernadores de los bancos centrales nacionales han tenido en cuenta el interés nacional, cuando el Tratado nos exige emitir nuestro voto a título personal y centrarnos en el área del euro en su conjunto. Esas discusiones públicas podrían tener consecuencias muy negativas para la credibilidad y efectividad de la política monetaria. En cualquier caso, el Banco Central Europeo mantendrá su esfuerzo permanente por mejorar sus estándares de transparencia. No sólo está en nuestro interés. Es, sobre todas las cosas, nuestra obligación democrática.

III. Un sistema financiero crecientemente integrado

Un resultado importante del proceso de Unión Económica y Monetaria ha sido la aceleración del proceso de integración de los mercados financieros europeos. La relevancia de este impacto no debe ser desdeñada, dado que tanto la teoría económica como la evidencia empírica disponible sugieren que la integración y la ampliación de los mercados financieros contribuyen al crecimiento económico, al eliminar dificultades y barreras al intercambio, permitir una asignación más eficiente del capital entre las oportunidades de inversión y crear más opciones para la distribución y la diversificación del riesgo. Además, la integración financiera permite una aplicación y transmisión de la política monetaria eficiente y homogénea.

En concreto, la profundidad y amplitud de los mercados ha aumentado, dado que la eliminación del riesgo de tipo de interés y la supresión de reglas de ajuste cambiario en la zona del euro han permitido a un número mayor de inversores acceder a los diversos mercados de la zona del euro. Por otra parte, la desaparición de las primas de riesgo cambiario dentro de la zona, junto con la reducción de las primas derivadas de la creciente importancia otorgada a las políticas económicas orientadas a la estabilidad macroeconómica, han disminuido de manera significativa los costes financieros. Asimismo, se ha producido un rápido crecimiento de nuevos segmentos de mercado. En concreto, el segmento de alta rentabilidad de la renta fija privada en el área del euro ha crecido, en los últimos ocho años, desde un volumen prácticamente inexistente hasta ocupar una porción significativa del mercado.

Asociado a este fenómeno de integración financiera, otro resultado relevante de la Unión Monetaria ha sido la mayor resistencia y adaptabilidad ante las crisis en los mercados financieros. Sin una moneda única, estoy convencido de que algunos países, en particular los de más reducido tamaño y aquellos con menor tradición de estabilidad macroeconómica, habrían experimentado efectos adversos más pronunciados de lo que ha sido realmente el caso en condiciones de mercado inestables.

En conjunto, la unión monetaria parece haber resultado muy beneficiosa para los mercados financieros de la zona del euro, aunque aún existe un cierto margen de mejora. Si tomamos como referencia los mercados financieros estadounidenses, profundos, líquidos y unificados, resulta evidente que la zona del euro tiene aún camino por recorrer, especialmente en lo que se refiere a la integración de los mercados de renta variable y de los servicios de banca minorista, el establecimiento de marcos jurídicos y reguladores comunes, y la consolidación del sector bancario.

El Banco Central Europeo mantiene un firme compromiso con el proceso de integración financiera europeo. Este compromiso se concreta en distintas realizaciones que hablan por sí mismas. Por ejemplo, en lo que se refiere a la infraestructura financiera, el Sistema Europeo de Bancos Centrales ha creado TARGET, el sistema de grandes pagos común para la zona del euro, que ha desempeñado un papel fundamental en la consecución de la plena integración del mercado monetario de la zona del euro. En breve, una versión más eficiente, denominada TARGET2, entrará en funcionamiento.

El Banco Central Europeo también ofrece servicios a los participantes en el mercado. Por ejemplo, calculamos el tipo EONIA, utilizado como referencia en los mercados financieros. Colaboramos activamente en la iniciativa denominada Short-Term European Paper (STEP), un proyecto ya realidad cuyo objetivo es fomentar la integración del aún fragmentado mercado europeo de valores a corto plazo. Ahora mismo estamos desarollando un proyecto llamado TARGET2-Securities que llevará a la creación de una infraestructura técnica común capaz de prestar servicios de liquidación para operaciones con valores a las centrales depositarias de valores. Además, entre otras iniciativas, contribuimos en las distintas fases de la elaboración del marco normativo europeo, ya sea mediante nuestra participación en diversos foros o a través de los dictámenes que emitimos.

Por último, debe señalarse nuestra aportación estelar y más visible: la puesta en circulación de los billetes y monedas del euro. Con la introducción física del euro, desde enero de 2002 trescientos dieciocho millones de ciudadanos europeos comparten los nuevos billetes y monedas, lo que constituye el aspecto más tangible del proceso de Unión Monetaria Europea. Y que la introducción del euro tuviera lugar prácticamente sin contratiempos ni problemas significativos puede considerarse el primer logro importante de este período.

La sustitución de los antiguos billetes y monedas nacionales de los doce países de la zona del euro por los denominados en euros planteó, en términos organizativos, logísticos y técnicos, un reto de grandes proporciones. Además de la producción de quince mil millones de billetes de igual calidad, realizada en quince fábricas ubicadas en diversos puntos de la zona del euro utilizando materias primas suministradas por diversos proveedores, el aspecto logístico del proceso de puesta en circulación representó, en sí mismo, una empresa colosal, que requirió mucha antelación en los preparativos y numerosas discusiones en diversos foros para garantizar que la transición se llevase a buen término sin contratiempos. El éxito de este proceso debe atribuirse, en gran parte, tanto al rigor de los preparativos realizados por todos los sectores que participaron en él, como a la entusiasta acogida dispensada por los ciudadanos de la zona del euro a sus nuevos billetes y monedas. Gracias a las enseñanzas de esa experiencia inicial, la sustitución de los antiguos billetes y monedas nacionales en Eslovenia en enero 2007 procedió sin contratiempos.

El euro ha demostrado ser una moneda sólida y aceptada. Los ciudadanos europeos se muestran altamente satisfechos de sus estándares de calidad, que se encuentran entre los mejores del mundo. Los ciudadanos también pueden estar confiados sobre la seguridad del euro. Tras un crecimiento sostenido en 2002 y buena parte de 2003, la tasa de crecimiento de las falsificaciones se ha mantenido desde entonces relativamente estable. Desde el último trimestre de 2003 una media de cerca de 50.000 unidades de falsificaciones ha sido retirada mensualmente de la circulación. Esta cifra representa una muy pequeña proporción de los cerca de 11.000 millones de billetes genuinos en circulación. El ratio de falsificación es inferior al de las antiguas monedas nacionales, pese a que su carácter global hace del euro un objetivo más atractivo para los falsificadores.

De cara al futuro, y en línea con la práctica general de las autoridades emisoras de mejorar los billetes tras unos pocos años desde su puesta en circulación, el Banco Central Europeo ha comenzado a planificar la segunda serie de billetes de euro, que se espera introducir gradualmente hacia el final de la década. El principal propósito de esta mejora es ponerse al día con los desarrollos tecnológicos con el fin de asegurar que los billetes mantengan siempre altos niveles de calidad y un nivel elevado de protección contra el fraude. El diseño de la segunda serie se basará en los temas de “épocas y estilos de Europa“, al igual que la primera serie, para garantizar una cierta continuidad.

IV. Unas políticas fiscales nacionales disciplinadas y sostenibles

La exigencia de mantener dosis adecuadas de disciplina fiscal, compatibles con la autonomía de los gobiernos, es otra de las piedras angulares de la unión monetaria, caracterizada como es sabido, por la ausencia de un presupuesto “federal” capaz de absorbir shocks asimétricos. A este respecto, el Tratado de Maastricht contenía también un conjunto de reglas fiscales, desarrolladas con posterioridad en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), firmado en 1997, con el objetivo de garantizar unas finanzas públicas saneadas y sostenibles a medio plazo. De acuerdo con sus disposiciones, los Estados miembros se comprometían a evitar déficit excesivos y a corregirlos sin dilación en caso de que llegasen a producirse, asegurando desequilibrios no superiores al 3% del PIB y reducciones en la deuda pública hasta niveles inferiores al 60%.

En relación con el desarrollo de la política fiscal durante los últimos ocho años, el balance no puede ser, sin embargo, tan positivo como el concluido para los aspectos analizados anteriormente. Aunque algunos países europeos han logrado mantener situaciones presupuestarias saneadas durante los últimos años, en otros países la situación de las finanzas públicas se ha deteriorado hasta 2006, año de fuerte crecimiento económico. Se ha incurrido en déficit excesivos y los procedimientos previstos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento con el fin de prevenir y corregir dichos déficit excesivos no siempre se han observado adecuadamente.

Esta falta de cumplimiento, que se agudizó en el trienio 2003-2005, puso en cuestión la eficacia de las reglas fiscales de la Unión Económica y Monetaria, dando lugar a un intenso debate en el que participaron el mundo académico, el público informado y los responsables de las políticas económicas. A este respecto, el Consejo Europeo decidió el 23 de marzo de 2005 aprobar algunos cambios en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Tras la reunión del ECOFIN, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo expresó públicamente su seria preocupación por las modificaciones introducidas en él. En nuestra opinión, debía evitarse que la modificación de las medidas correctoras del Pacto socavase la confianza en el marco presupuestario de la Unión Europea y la sostenibilidad de las finanzas públicas de los Estados miembros de la zona del euro.

Para enmarcar este debate, hay que enfatizar que la disciplina fiscal, junto con una política monetaria orientada al logro de la estabilidad de precios, son requisitos imprescindibles para la consecución de la estabilidad macroeconómica y, por lo tanto, para la creación de las condiciones necesarias para un crecimiento económico sostenido. En este sentido, debe recordarse que en una unión monetaria las normas fiscales son esenciales no sólo para contener los sesgos deficitarios de las políticas presupuestarias domésticas, sino también como instrumento de protección contra externalidades fiscales entre países. De hecho, en ausencia de tales normas, los países de la zona del euro nunca habrían acordado compartir una moneda común.

Las reglas fiscales necesitan estar dotadas de racionalidad económica, pero al mismo tiempo deben ser lo suficientemente sencillas como para permitir un control público y una valoración institucional de su cumplimiento. En el caso de la Unión Monetaria Europea la simplicidad tiene una máxima importancia, pues sin ella el público y los mercados no pueden valorar en qué medida los jueces – miembros del ECOFIN – son estrictos al controlarse a sí mismos en aplicación de las normas del Pacto.

Las nuevas reglas de 2005 son más complejas y más susceptibles de interpretación, un resultado derivado del deseo político de adaptar estas reglas a las condiciones nacionales. Es, por lo tanto, indispensable que los Estados miembros, la Comisión Europea y el Consejo de la Unión Europea apliquen el marco revisado de una forma rigurosa y coherente que propicie políticas fiscales prudentes. En las actuales circunstancias, resulta especialmente importante que todas las partes afectadas asuman sus respectivas responsabilidades.

Dado que las inadecuadas estrategias de consolidación en fases de bonanza económica fueron, en el pasado, la causa de las dificultades para el cumplimiento del Pacto, es ahora esencial que los programas de consolidación sean ambiciosos y se ejecuten, y que la Comisión y el Consejo apliquen estrictamente el nuevo acuerdo, como única vía para restaurar la credibilidad.

Desde el punto de vista del medio y largo plazo, no debe olvidarse, además, que para el mantenimiento de unas finanzas públicas saneadas el fenómeno del envejecimiento de la población representa un reto adicional. Como consecuencia de la evolución demográfica prevista, el gasto público relacionado con el envejecimiento se incrementará sustancialmente en las próximas décadas. Garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas requerirá, por tanto, la aplicación de reformas en los sistemas de pensiones y sanitarios, así como cambios en los programas de gastos e ingresos públicos que mejoren su “calidad”, es decir, su contribución a la eficiencia económica y al crecimiento potencial.

V. Una clara vocación internacional: ampliación y presencia internacional

La Unión Económica Monetaria no es un proyecto que pueda ser considerado cerrado ni con vocación exclusivamente doméstica. El proceso de ampliación a los nuevos países miembros de la Unión Europea, el creciente papel internacional del euro y, sobre todo, el ingreso de Eslovenia en la zona del euro en enero de 2007 son el mejor ejemplo de esta afirmación.

En efecto, la integración en la Unión Europea de diez países de la Europa Central y Oriental y de la cuenca del Mediterráneo el 1 de mayo de 2004, completada con el ingreso de Rumania y Bulgaria el 1 de enero de 2007, y el ingreso en la misma fecha del primero de los nuevos países miembros – Eslovenia – en la Unión Económica Monetaria han constituido acontecimientos de excepcional importancia histórica. Los nuevos miembros cuentan, en conjunto, con un número de habitantes que representa aproximadamente un quinto de la población de la UE ampliada, y su PIB total, como porcentaje del de los antiguos miembros, es de aproximadamente un 6%.

Cabe preguntarse cuáles son las consecuencias económicas de la ampliación de la UE para la economía europea. Los argumentos que a menudo predominan en el debate sobre esta cuestión tienden a subrayar los elementos de preocupación, mientras que los beneficios de la ampliación quedan frecuentemente en un segundo plano. En mi opinión, sin embargo, estos beneficios compensarán con creces los costes.

De hecho, los preparativos para la ampliación han tenido ya un efecto considerable para la economía europea, sobre todo en lo que se refiere a la integración comercial y financiera entre los nuevos y los antiguos Estados miembros. Desde 1995, el porcentaje de los nuevos Estados miembros en las exportaciones y las importaciones de la UE de los 15 se ha incrementado en más de 50% hasta situarse por encima del 18% en el caso de las exportaciones y del 14% en el de las importaciones. Asimismo, se ha progresado extraordinariamente en términos de integración financiera en la última década. Los flujos de entrada de inversión extranjera directa (IED) han aumentado notablemente, pasando a ser un motor crucial del crecimiento de la productividad y de la evolución de las exportaciones. En concreto, de acuerdo con los últimos datos, la IED a los nuevos Estados miembros representa más del 17% del total de los flujos de salida de la UE de los 15. Además, pese a que aún subsisten retos importantes, la ampliación ha contribuido ya al impulso de políticas macroeconómicas orientadas a la estabilidad y a la aplicación de reformas estructurales.

Los efectos de la ampliación se extenderán, además, al conjunto de la Unión Europea. De hecho están empezando a dejarse sentir en el grado de competencia, en la medida en que la adhesión de los nuevos Estados miembros incrementa el número de proveedores en el mercado único. Asimismo, un mercado único ampliado permite aprovechar en mayor medida las economías de escala. Estos efectos deberían traducirse en un descenso de los precios y en un incremento de la productividad, y contribuir así a un incremento de la tasa de crecimiento potencial. No obstante, para que estos efectos se materialicen completamente, es necesario que se mantenga la estabilidad de las condiciones macroeconómicas y que se apliquen las reformas estructurales necesarias.

La vocación internacional de la Unión Económica y Monetaria se muestra también en su moneda. El euro es hoy no sólo una moneda utilizada en el área del euro sino que su presencia internacional ha ido aumentando gradualmente. Este aumento gradual se encuentra en línea con la experiencia observada en la utilización internacional de las monedas, que ha mostrado históricamente sólo cambios muy lentos. Las razones para este gradualismo son muchas, e incluyen, entre otros aspectos, la existencia de inercias causadas por la existencia de economías de escala dinámicas y externalidades de red que sirven para convertir las situaciones existentes en situaciones estables, lo que evita cambios súbitos.

La internacionalización de cualquier moneda es, por otro lado, un proceso en gran medida impulsado por el mercado. El que una moneda sea utilizada por residentes en otros países a efectos de financiación, inversión o facturación es una cuestión que depende de las preferencias de los agentes económicos. A este respecto, las monedas estables y que gozan de confianza tienen más posibilidades de ganar terreno en los mercados mundiales. Por tanto, el hecho de que en ocho años el euro haya pasado a convertirse en la segunda moneda más utilizada del mundo puede considerarse un elemento adicional del éxito del proceso de unión monetaria.

El papel internacional del euro fue heredado, en parte, de las antiguas monedas nacionales, es decir, las trece monedas que han sido sustituidas por el euro. No obstante, mediante la creación de una única entidad económica de grandes dimensiones y la creciente integración de los mercados financieros nacionales de la zona del euro, la unión monetaria ha insuflado un nuevo ímpetu al papel internacional de la moneda europea.

¿Con qué fines se utiliza el euro por los no residentes en la zona? En primer lugar, el euro juega un papel crecientemente relevante en los mercados internacionales de deuda, donde el peso de las emisiones en euros sobre el total del stock de deuda internacional ha aumentado más de 10 puntos porcentuales entre 1999 y 2005, alcanzando en este último año el 33%. El euro es también la segunda moneda más intercambiada en los mercados de divisas mundiales, con cerca del 37% de las transacciones totales. Asimismo, en el comercio internacional de los países del área del euro hemos visto recientemente un notable aumento en la utilización del euro como moneda de liquidación o facturación de las operaciones. Por ejemplo, para aquellos países para los que existe información, el peso del euro como moneda de facturación en las exportaciones de bienes a países de fuera del área del euro se situaba entre el 24% y el 50% en 2001, mientras que en 2004 esta participación había aumentado hasta el intervalo entre el 44% y el 63%. Por otro lado, alrededor de 50 países o territorios utilizan el euro como ancla o moneda de referencia, y en la mayoría de estos países el euro es también la principal o única moneda de intervención utilizada para estabilizar sus monedas. El euro se utiliza incluso como moneda paralela en un cierto número de países vecinos.

Me gustaría enfatizar, por último, que el Eurosistema mantiene una política neutral en relación con el papel internacional del euro. Por supuesto, el Eurosistema contribuye a este papel de una forma indirecta. Dado que el mantenimiento de la estabilidad de precios es una precondición clave para cualquier moneda internacional, nuestra política monetaria orientada a la estabilidad de precios supone de hecho un apoyo al papel internacional de nuestra moneda. Un papel que, en todo caso, corresponde establecer a los agentes del mercado.

VI. Una economía adaptable y dinámica

Nuestra política monetaria ha contribuido destacadamente al crecimiento, el empleo y el bienestar. Sin embargo, los beneficios de la moneda única no podrán aprovecharse plenamente si no se renuevan los esfuerzos para eliminar las trabas al dinamismo económico que todavía subsisten.

Aunque, como he señalado con anterioridad, el proceso de integración monetaria ha sido esencial para garantizar la estabilidad de precios, ésta sólo puede considerarse una condición necesaria y no suficiente para un crecimiento sostenido. Las dificultades en el crecimiento económico a las que en los últimos años se ha enfrentado la economía de la zona del euro, pese a las favorables condiciones de financiación existentes, ponen de relieve la necesidad de la aplicación de reformas estructurales, a fin de materializar plenamente las ventajas de una moneda única estable, y lograr con ello un crecimiento sostenido no inflacionista.

Esta necesidad ha sido reconocida desde hace tiempo por los responsables de la política económica de la Unión Europea, y particularmente por el Consejo Europeo al adoptar la estrategia de Lisboa hace siete años para fomentar el crecimiento económico y la creación de empleo. Más recientemente, el informe elaborado por el Grupo de Alto Nivel presidido por Wim Kok en 2004 realizó una evaluación de la estrategia de Lisboa y confirmó la necesidad de aplicar reformas estructurales dirigidas a fomentar el crecimiento potencial. El informe expresa un llamamiento urgente para renovar el ímpetu y redefinir los objetivos de la estrategia de Lisboa y propone un mayor compromiso por parte de los gobiernos nacionales para acelerar el crecimiento del empleo y de la productividad.

El aumento del crecimiento potencial de la zona del euro reclama ciertamente un incremento tanto del factor trabajo como de la productividad laboral. En lo que respecta al mercado de trabajo, las tasas de empleo total y femenino se encuentran lejos de los objetivos intermedios fijados en la agenda de Lisboa. Los mercados de trabajo siguen manteniendo rigideces en los procesos de fijación de salarios y de ajuste del empleo, que reducen su eficiencia. La negociación salarial debería dar como resultado una evolución apropiada de los salarios en el conjunto de la economía, así como un grado suficiente de diferenciación salarial que refleje adecuadamente las diferencias de productividad de carácter regional y sectorial. Asimismo, deberían aplicarse políticas dirigidas a incrementar la eficiencia en la adecuación de los trabajadores a los puestos de trabajo, es decir, a la inversión en educación, aprendizaje y formación permanente.

La contribución de la productividad laboral al crecimiento del producto de la zona del euro en los últimos años se ha desacelerado significativamente desde principios de los noventa. La mejora de la productividad del trabajo requiere la adopción de medidas dirigidas a incentivar la inversión (concretamente en investigación y desarrollo y en capital humano) y a incrementar la productividad total de los factores, lo cual depende, a su vez, de una asignación más eficiente de los recursos disponibles y del progreso tecnológico. El marco regulatorio desempeña también un papel fundamental a la hora de establecer las condiciones favorables para el crecimiento económico. A este respecto, la eliminación de las barreras a la competencia que todavía subsisten, tanto a escala nacional como de la UE, se debería traducir en incrementos significativos de la productividad.

VII. Conclusiones

Permítanme terminar estas reflexiones tratando de contestar a la pregunta que me planteaba desde el mismo título de mi intervención. ¿Qué hemos aprendido de la experiencia de la Unión Monetaria Europea en sus primeros ocho años? La moneda única ha sido, a la luz de los hitos señalados con anterioridad, un éxito indudable. El mantenimiento de la estabilidad de precios en la zona del euro es el mejor exponente de este éxito. Ello permite afirmar, sin lugar a dudas, que el euro ha cumplido su cometido en lo que se refiere al impulso de un crecimiento sostenido en la zona del euro.

Pero no debemos ceder a la tentación de dar por supuestos los beneficios de la moneda única. Estos hay que conquistarlos cada día. Y a este respecto, es evidente también que queda todavía mucho por hacer. La aplicación de las reformas estructurales apropiadas, el mantenimiento de unas finanzas públicas saneadas y el proceso de integración financiera son sólo algunos de los retos más importantes del camino que aún nos queda por recorrer.

Muchas gracias por su atención.

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